12.6.11

PASEANDO ENTRE LAS ACACIAS

Contra su pecho desnudo
(la tarde caía lejana
sobre las montañas)
atrajo mi pecho
y todo fue ya inevitable.

Inevitable fue que sus manos
(mientras en las calles se trazaba
el final de otra jornada)
abriera entre mis pierna
esos senderos por donde el olvido
encontrará otros cuerpos
ocultos entre las mismas basuras
que dejan los domingos del verano.

El viento, inevitablemente,
no agitó las copas de las acacias
pero entre sus ramas y nuestros brazos
pude creer por un instante
que parábamos el tiempo
y le permitíamos huir a los aviones
de ese sol agonizante
en la sonrisa de las estuatuas