Ante su mirada apareció un planeta hueco,
formado por los pedazos, ya inútiles,
de aquello que un día fuera humano
y prefirió abrazar el destino de los monstruos.
Se arrancó los ojos para no verlo
y recobrar la paz que los infiernos
le brindaban antes de pisar la tierra.
Así fue como el mar volvió, en su oscuridad,
a poblarse de sirenas y sus cantos
a borrar los alaridos de los náufragos.
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